Si navega sin rumbo, muy lejos de su hogar,
con los ojos naufragando por los horizontes
y sólo lleva un kit de primeros auxilios
que no incluye las lágrimas
le sería prudente seguir las instrucciones,
bien escritas por Frost y Carpentier,
que podrían salvarle, si las heridas le imploran,
de zambullirse en el mar buscándolas.
Paso uno:
Tome en mente, viajero, que a veces alejándonos
con el mar interponiéndose
es que todo se mira más de cerca.
Ya una vez que la distancia, catalejo de la memoria,
localizador de grietas, haga su trabajo …
¿Era su casa una estructura firme?
Si responde que NO
Deje a sus ojos perderse en su búsqueda
y encontrarse en su pérdida
que orientado no se halla Atlantis.
Si responde que SÍ, atento al paso dos:
Continúe, sumerja sus heridas,
encuentre en el fondo la razón para llorar.
Pero cuídese
que la nostalgia lo ahoga más de prisa que la sirenas
y lo consume más lento.
Así que goce los tesoros del ayer,
oxídelos en la sal de la melancolía
mas nunca olvide que su hogar existe
y cuando deba regresar a él,
aunque sus ojos añoren el naufragio,
alguien lo recibirá aun con cicatrices.


(Reynosa, Tamaulipas, 1997) Cuando camino no me pierdo y al detenerme me siento extraviado. Siempre cargo en mi mochila las vivencias, los nombres y las lecturas sobre las que descanso la cabeza al estar cansado. Amo mi Facultad de Filosofía y Letras, amo a quienes encuentro en mi caminata y amo las sorpresas no señaladas por los mapas.
0 comments on “Manual para llorar (o no), de Gabriel Alejandro Hernández Chávez”