Sexto número

Escolástica es amor, de Eduardo Serdio

Y los días pasaron con sus noches. 

Empezamos a sabernos y a encontrarnos; 

así entendí que el lado izquierdo de la cama  

pertenecía a mi singular especie 

y que el lado derecho embonaba acorde  

con tu figura de muchacha-amante-esposa.  

Poco a poco conociste mis manías  

y tuviste noticia que a mi descomunal lujuria  

le encantaba despertarte  

con mi miembro dentro de tu entraña,  

palparnos los cuerpos –aún dormidos– 

y salir del sueño e ingresar al mundo  

repitiendo infinitamente el pecado  

que un día nos hizo caer  

del edén perdido. 

 

II 

La noche de aquel noviembre no quise despertarte, pero entre sueños te sentí frotarte contra mí. Sin decir nada comprendí lo que pasaba: te mostrabas generosa y entregada como la manzana que el manzano ofrece. La cama era el espacio. El espacio se manifestaba como un signo, entonces te besé las axilas, los pliegues, y penetrando lo más hondo confirmé el objeto de semiosis.  

Aún teníamos lagañas en los ojos, y ciegos de nosotros mismos, la luz nacía en nuestra cama. — ¡Es poética del espacio!  

Te hablé de Benjamin, Bachelard, Duchamp y los proyectos.  

—¿Te das cuenta? El problema es la reproductibilidad.  

No comprendiste del todo y me reprochaste por no querer tener conejitos.  

—Es más complejo que eso, mi amor, mañana te cuento. Descansa.  

III 

Ahora entiendo al espacio no sólo como un signo, sino también como una metáfora de algo más que nos rebasa. La cama, por ejemplo, no sólo es un campo de batalla y de deleite, sino también lo más íntimo de nosotros. Con el tiempo se nos revelan cosas, y a veces también se nos ocultan: Duermo del lado siniestro de la cama; duermo del lado del misterio y de lo oculto, duermo del lado de las curvas y el peligro, duermo del lado de la fe y de los sueños. No duermo del lado diestro, ni del lado recto, ni de lado de las leyes, ni de la razón, ni de la certeza. Tal vez por eso hasta ahora comprendo que mi amor es otra forma de escolástica:  

Como en la sacra soledad del templo

sin ver a Dios se siente su presencia,

yo presentí en el mundo tu existencia,

y, como a Dios, sin verte, te adoré.[1]


[1] Tercer estrofa del poema Amémonos del poeta mexicano Manuel M. Flores.

Eduardo Serdio (Ciudad de México, 1994). Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Miembro fundador del taller De-lirio y director editorial de revista literaria homónima (2018-2022). Colabora también como editor en la revista Taller literario Ígitur y como gestor en Crítica y Pensamiento en México, así como de Diótima. Encuentro Nacional de Poesía. Actualmente es fundador y director de la Congregación Literaria de la Ciudad de México. Parte de su obra ha sido traducida al bengalí, italiano y griego.  

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