El sol quiso enterrarse en estos prados
unirse a la semilla de los robles
ocultarse como el perdido
como el que el ojo oculta bajo el saco
cuando el rojo de cántaros y costras
daba el olor al agua.
La serena caída desde el cielo
teñía de colores cuidadosos su paisaje
enraizado por odio y por la muerte.
Antes que la mirada al aire condenada
meciera el abandono entre sus brazos;
antes que la locura del destierro
hiciérase llover en puños de metal
aquí quedé en el prado adolorido
mirándolos correr de ruedas el dolor.
Aquí era el sufrimiento
pendía en su balance sobre el puente
dejando sólo el duelo a los que miran
por el negro suspiro de sus ojos
cual cadáver suspenso
pendido al desamparo.
Porque en ese punzar del fuego
una vez hubo cordura gris de lágrimas amargas
que pesan de cansancio
buscándonos la entraña
y desgarrar nuestro calor con su inmediatez,
para decir que aquí una vez hubo un templo
estremecido por las balas;
para decir que aquí en la tierra
tuvo el golpe una vez el más ligero peso.
Porque ahora que es de oro la rapiña
el hombre alza su guadaña contra el hombre;
porque este sereno mar de hierbas sin descanso
abre su boca ante la lágrima y la asfixia;
porque recorre la senda más larga
arrastrando los pies hasta el cansancio.
Así el divino deshojar de madres sin consuelo
con el más dulce mirar del padre mudo;
así la conveniencia de su error
y la tranquilidad de ver al fuego arder toda la vida,
así este violento andar cruzado de fusiles
por los huesos que están bajo mis pies
clamando el nombre, apagando el grito.


(Uruapan, Michoacán, 1999) Poeta y estudiante de Letras Hispánicas en la UAM-Iztapalapa. Ha publicado en algunas revistas literarias y antologías poéticas como la Antología de Jóvenes Poetas de la UAM y en La ciudad de los poemas. Muestrario poético de la Ciudad de México moderna.
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