…el caído recurrirá al último bastión de su terquedad intelectual. “¿En qué iba pensando? ¿Cómo no me di cuenta? ¡Soy un cretino!”, se repetirá a sí mismo como si la humillación de sus propias facultades lo pusiera a salvo de lo inexplicable.
—Vivian Abenshushan
I
Para qué simular el desastre,
si en horas irrelevantes, siempre, el desastre
se escabulle por orificios
de puertas de hierro sin orificios.
II
No hay tambores ni silbatos ni
una sinfonía de Wagner para anunciar, a propios y extraños,
la entrada del fracaso. Hay cláxones, cierto,
que deberían poner en esos camiones
tan cargados de desastre. Ahora recuerdo:
una carcajada debe quedarte en el bolsillo.
Úsala cuando todo haya pasado
o cuando parezca que todo haya pasado.
III
Convencido de reducir todo
a la postergación de una pesadilla, decidiste
abrir los ojos. ¿Con qué sílabas, con qué sociolecto,
con qué tipografía, dime, te hago comprender
que tiene rato que no los cierras?
La luz matinal reposa todavía
sobre tu cabeza. Y sus dientes,
como de resplandeciente resaca, no dejan de rumiar
el dedo meñique de tu alma.
IV
a Abigael Bohórquez, por el préstamo
Siempre un residuo de mierda decide
quedarse en la suela del zapato,
por más que zacate y jabón,
por más que fricción contra la hierba.
Y ya el residuo de mierda de un perro
(desconocido, sin relevancia
en algún sitio del nombre;
dicho de otro modo lo mismo,
humilde ciudadano del ladrido-carrera) es un trozo
de tu identidad, como aquel lunar
que casi nadie te conoce, como el calcetín tejido y destejido
que aún conservas, o como ese defecto
que mil y una personas te han señalado.
V
Un avión se aproxima para lanzar fuego al fuego,
a modo de salvación o para eliminar
el problema desde raíz. Pienso: las raíces
son la más vieja, pero también la más bella
metáfora de los ancestros.
¿Tú y los tuyos deben ser árboles ardiendo?
VI
Claro está: fumemos sin dejar en la indiferencia
las colillas de cigarro. No sé si esas colillas
sean una equivocación propia o ajena: algo
que se prefiere tirar en la banqueta
para ser pisado por todos los tipos de suela; por supuesto,
sin la certeza de que alguna vez se vuelva humo.
VII
El incendio de la catedral de Notre Dame
fue un espectáculo hermoso, casi tanto
como el natural caer
de la hoja amarilla en otoño.
Nadie te nombrará héroe de mínimas hazañas
por cubrir del mar, con tu propio cuerpo,
aquellos castillos de arena.

(Ciudad de México, 1998) Poeta y ensayista. Estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM). Autor de Tan de pronto mañana (Sangre Ediciones, 2021). Ganador del segundo premio del 51° Concurso Nacional Punto de Partida en el área de poesía por Ese algún otro pude ser (2020). Ha sido becario de verano, un par de ocasiones, en el curso de creación literaria para jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas y la Universidad Veracruzana (2017 y 2018) y, también, becario del Festival Cultural Interfaz ISSSTE-Cultura (2018). Haikus suyos aparecen en El viento que florece. Antología de haijines (UAM – Azcapotzalco, 2021). Es parte del grupo de edición de la Revista Literaria Taller Igitur.
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