[ciertos hábitos de las habitaciones]
3. las claves del cerrojo
Nunca nos detenemos
a mirar la puerta que nos guarda.
Echados los pestillos en la noche,
calzadas las pantuflas,
vestida la pijama,
confiamos en que esos
mecanismos sencillos
(minimalismo puro)
nos mantengan a salvo
de cualquier contingencia.
A veces repasamos mentalmente
los cerrojos, las vueltas de la llave,
como si leyéramos, de repente
algún tipo de ensalmo.
Divididos afuera del adentro
con un simple giro,
una torsión de la muñeca que,
bien mirado,
cerca queda de ser santiguamiento.

[esto que digo no es lo que parece]
Tú y yo no sabemos leer mapas
ni seguir instrucciones
(los señalamientos,
en nuestro caso,
son una flora extraña),
pero entre los tenues oasis
que dibuja el calor
en el asfalto
podemos distinguir
el grano de paja.
(En el valle del silencio,
el eco se deshace en trabalenguas.)
Cuando subimos al auto
procuramos siempre
rumbos desconocidos
(somos como dos dados que corren
sin conocer la cifra última).
Nos gustaría ir hacia el norte, por norteados.
Para guardar la calma, te digo:
«No estamos perdidos.
Todo camino es una desviación.
Veinte años tardó Ulises
en regresar a Ítaca.
Nosotros solo llevamos
treinta minutos de retraso».

Para conocer más sobre el poemario:
0 comments on “U M B R A L E S: Luis Paniagua”