T E X A S: Gabrielle Zavala

PRESENTAMOS UNA SERIE FOTOGRÁFICA DE GABRIELLE ZAVALA (CON TEXTO CURATORIAL DE SU AUTORA)

(Doble exposición negativo B&N; 2018)

En mi  constante búsqueda de hacer prevalecer los lugares y vivencias del pasado, llevé mi cámara conmigo en el verano del 2018, a lo que fue mi primer beca de nivel internacional: no era esta la primera vez que tenía la oportunidad de salir del país sin el acompañamiento de mis padres, pero se percibía como un viaje atípico desde que baje del taxi para subir al autobús que me llevaría camino a la frontera con Estados Unidos. El nerviosismo y la ansiedad de registrar tus documentos, tus pertenencias, la mirada de «reojo», del agente que, dudoso, tomaba registro de tus huellas dactilares. Pocas situaciones en la vida me ponen igual de incomoda que pasar el chequeo del puente internacional de México con Estados Unidos.

Hicimos un par de paradas, ya en la frontera, para estirar las piernas, ir al baño y, en mi caso, para hacer fotografía en el inclemente clima del desierto del norte de México, con una temperatura  de 44 ºC, donde una familia se divertía al bañarse y comer a las orillas del Río Bravo del lado de México. Tome la fotografía de nuestro puente y después gire 180 º, para fotografiar su puente, ya en Texas.

Llegamos al hotel donde compartí una semana entera, cama, baño e intimidad con cuatro personas que nunca antes había visto en mi vida. Fue una semana ajetreada, en la cual apenas tenía el tiempo para comunicarme con mis amigos y familiares. Subiendo y bajando de una minivan, por parques, museos, universidades, hoteles y restaurantes de comida rápida. Siempre con prisas, donde el tempo era sumamente limitado (apenas lo suficiente para hacer foto).  Pretendía hacer un diario de viaje, pero no hubo tiempo para eso. Lo único que logré fue un listado de compras y de puntos —buenos y malos— para hacer un viaje fugaz, no contemplado; un viaje «documentado» sin la pulcritud técnica que la fotografía de aquel género tantas veces demanda. Mi único equipo técnico:  una cámara análoga de los 80s, un par de rollos (uno reciclado y el otro vencido y medio velado) y un teleobjetivo. Mi objetivo personal era lograr hacer fotografía, siguiendo las señales del American Dream que tanto nos ha vendido la cultura pop de aquel país: sin importar las ocasiones que tanto se ha retratado éste, el sueño sigue sin sentirse como uno propio. 

Fotogramas de la figura en forma de un gran falo, de la nave espacial que conquistó la luna. Y la siempre presente —en mi discurso— silla vacía de estética fantasmagórica, fueron algunas de las imágenes que atrajeron mi mirada.

Texas fue un viaje con muchas fotografías de esas que no pudiste tomar, porque no hubo tiempo, o porque simplemente tuviste que decidir entre formar parte de la fotografía o activar el obturador de la cámara.  Una cámara que meses después me robaron, al igual que mi visa y el resto del dinero  que conservaba para el viaje de regreso a México.

Hoy por hoy, cuando veo los sellos de entrada y salida de Estados Unidos en mi pasaporte, me recuerda —lastimosamente— una sola cosa: mi status de indocumentada en aquel país.