Esta es una crónica.
Podría comenzar así: ¿Qué tiene que ver Superman, un diamante y el béisbol? Este chiste tiene más de cuarenta años. La crónica de la que hablo es un juego de niños pateando una pelota en la calle. Ellos patean esa pelota como si de ello dependiera ganar el último juego de un mundial. Sin cesar, patean la pelota, como si supieran que detenerse significa que el mundo deje de rodar. Así de serio es el asunto de la imaginación, como cuando uno jugaba en la cochera de su casa, solo, y era uno el protagonista del último partido de futbol sobre la tierra.
Esta es una crónica.
Podría comenzar así: ¿Qué tiene que ver Superman, un diamante y el béisbol?
Patti Smith habla en esta secuencia. Parece que se encuentra ante la zarza ardiente, y la sabiduría y la visión de unos ojos glaucos la dejaran ver algo que nos ha de mostrar, que no vemos aún. Patti Smith junta imágenes. Habla de Superman. Mueve las manos.
Le dice a Bob Dylan, a su costado, que Superman tiene una piedra en la mano. Es un trozo de carbón: imaginamos, pues, con el nombre, a un hombre fornido en traje azul, justo, botas rojas y, en el pecho, una S con vivos en color bruno y gualdo. El superhéroe aprieta la roca.
Aprieta, aprieta, fuerte.
Podemos ver a Patti haciendo el gesto de quien tiene algo en la palma de la mano y busca hacerlo polvo mediante la fuerza, de oprimir algo en la palma de la mano. Patti ve su mano como si ella fuera Superman, y ella misma tuviera en la mano un pedazo de carbón inexistente que busca hacer polvo (pienso que Superman ni gestos haría, pero Patti hace gestos de estar aplicando toda su fuerza).
Y aprieta. Aprieta. Aprieta fuerte.
La veo yo. Soy víctima de una intriga disparatada. Espero a que continúe. Sonrío con la sensación dudosa de estar a punto de aprender algo invaluable. De ver un truco de mago que me presume las manos mientras habla.
Estamos frente a Patti, al costado está Bob, el gitano que dirige la función, el del pandero. Pero ahora él es quien escucha.
Ella junta imágenes.
Hablan frente a una toma cerrada que deja en el espectador la sensación de un cuarto oscuro, neón o rojo, volátil, una escenografía difusa que modela el movimiento de las ideas, un cuarto oscuro desde donde se revelan imágenes. Nos separa una reja. Se escucha barullo, la cuarta pared podría ser una sala de conciertos o el Bar Quixote.
Patti, con el entusiasmo de profeta, impone su voz con la fuerza de un cachalote cayendo sobre agua de mar. Estamos advertidos. Nos dirá lo inusitado. Una visión meteórica a través de juntar imágenes. Tiene ritmo, un fraseo con intensidad, la certeza de estar revelando algo nuevo sentencia tras sentencia. Los expresivos ojos son de quien ve brillar algo en la mano.
Patti es Superman y abre su mano o la del originario de Krypton. Nos dice a todos, ahora, que el carbón es un diamante, que en eso se ha convertido la roca pulverizada por la fuerza extraterrestre. Lo vemos porque la sonrisa de dientes amarillos de Patti es la sorpresa expresiva de haber descubierto algo en la palma de la mano que muestra, para todos, el efecto de la palabra.
¿Lo ven ahora?
Así es, nuestra imaginación hace que la mirada construya, tras el paneo veloz, de la voz de Patti a la mano que nos lleva al carbón en la palma; del polvo al diamante. Superman lo arroja al suelo y la diminuta piedra cae en un campo de béisbol. Vemos el diamante del estadio, cuatro bases, home y la grada repleta de expectantes en el Bronx. Bob Dylan le ríe la gracia a Patti, que es mágica. Esperamos a que Babe Ruth menee el bate de beisbol.
Sigo a Patti y a las risas de Bob que actúa, ya se sabe, o es, ya se sabe, desorientado, como si no estuviera escuchando, aparentemente, pero atento con los otros gestos, plácido en ese páramo caótico en el que, da la impresión, se siente como en su casa. Sigue a Patti, como yo, nos regala una sonrisa de incrédulo converso, como la mía. Atestiguo fascinado a ese par. Atestiguo y experimento el dulzor de una historia increíble en unos segundos hecha cuento. Ella no cede en intensidad. Es una batería de palabras que jala la imagen y monta varios escenarios volátiles y electrizantes. Guía esa historia hacia donde sus manos son el centro del acto de prestidigitación. Detiene el relato ahí hasta que, de repetirlo, el diamante, pequeño y con brillo de escarcha, aparece.
Palabra e imagen: Patti dice que los niños patean la piedra, un diamante que fue carbón en la mano de Superman, y gira, sin cesar, dice Patti, que se ha inventado un juego de barrio en un tris de palabras. Tras años de patadas se transforma, dice la voz. Se transforma en esa luz; es la luz eléctrica de doscientas lámparas gigantes que apuntan al centro donde hay un diamante. Escuchamos hasta situarnos todos en un estadio.
Ha comenzado en la mano de Superman y nos dice que es el mismo cristal, pero liso. Es una bola de cristal y está en medio del campo de béisbol y podemos mirarla. La imagen es el diamante y la fuerza de un superhéroe de los puestos de periódicos y los tebeos o los Cómics de la Quinta avenida. Después, la misma imagen es ciencia ficción, de la que hemos leído en esos cuadros de dibujos en papel. Es un ritmo sentencioso. El poema del diamante y Superman es imagen. La sensación viene al seguir los pasos que Patti da como mostrando unas tablas de la ley. Sin embargo, lo que la mente ha visto antes en otro estado, el de la fantasía. La sigo y entiendo de qué se trata la lectura o la escucha de una canción o de un poema en los años setenta. La ubico en el centro de Thunder Rolling. Ante cualquier pregunta, se escucha, luego, pronto: la respuesta, mi amigo, está en el aire.
Esto es una crónica. Podría comenzar así. ¿Qué tienen que ver Patti Smith, Superman, un diamante y el béisbol?
Tienen todo que ver. Son un juego donde rueda la pelota que unos chicos patean sin cesar.
Luis Felipe Pérez

(Irapuato, Gto.) Es escritor. Premio Nacional de cuento Efrén Hernández. Es autor de Eufemismos para la despedida, su primer libro de relatos. Miembro de las generaciones 2011-2012, 2012-2013 de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de ensayo. Coordinación del Encuentro Jóvenes Escritores Visitan Cuévano. Su libro más reciente es Yo fui un chico cursi (Editorial El Viajero).
0 comments on “Patti Smith, Superman y un diamante, por Luis Felipe Pérez”